El principio de igualdad política nos resulta hoy inobjetable e irrenunciable, una modalidad natural de la comunidad, una máxima sin la cual estaríamos necesariamente abocados a la tiranía. Esta mesa se interesa en hacer una cierta genealogía de esta premisa fundamental. Más allá de su realización social efectiva, la igualdad -y en particular aquella que tiene en la ciudadanía su forma manifiesta y en el voto su forma más emblemática- constituye el horizonte de inteligibilidad y contienda política en el marco del orden democrático. Las luchas políticas, sociales, culturales y económicas del periodo están vinculadas a este principio. A la inversa, allí donde se entroniza la desigualdad arrecia la indignación colectiva.