A finales del siglo XIX, la nación dio un paso más hacia la consolidación de un Estado moderno al integrar extensos territorios de la periferia donde había tenido poca o nula presencia, para incorporar con sus pobladores a la vida política, económica, social y cultural de la nación. Para ello se ideo e implementó un proyecto de civilización y vinculación de estos territorios por medio de la Iglesia católica.