En el último tiempo, la profusión de instituciones de integración regional en América Latina ha sido uno de los aspectos más llamativos de la regionalización en esta zona del mundo. Desde el 2006, con la creación del alba, Unasur y la Celac, se abrió un debate sobre la pertinencia de contar con semejante constelación de organismos regionales. ¿Cuál es el propósito de contar con tantos esquemas de concertación o integración regional? ¿Qué impacto tiene este proceso de institucionalización sobre la identidad latinoamericana? Y lo más importante para efectos de esta reflexión: ¿Cuál debe ser el marco de interacción entre estas organizaciones? Para dar res-puesta a estas preguntas, el capítulo propone la convergencia como el mejor espacio para la eliminación de duplicidades, la articulación de esfuerzos y el fortalecimiento de especializaciones de cada uno de dichos organismos. Se aboga porque, de una vez por todas, América Latina entienda que es inaplicable el modelo europeo de integración en el que un solo bloque, como en ese caso la Unión Europea, lidera la regionalización. Para el caso de América Latina, es indispensable entender que la integración debe adaptarse a la fragmentación comprobada como tendencia irreversible, al menos desde la segunda mitad del siglo xx. La idea es observar tres fases de la construcción regional cada una apoyada sobre una tesis acerca de la frag-mentación, la unidad y la convergencia. Desde el punto de vista teórico, este capítulo se apoya en dos conceptos, uno de los cuales está en plena construcción con la misma coyuntura: la regionalización y la convergencia. Palabras clave: América Latina, convergencia, diálogo político, integración, regionalización
